Cleopatra
Cleopatra, cuyo nombre significa "gloria de su padre", nació durante el invierno del 69 al 68 a.C. en la capital de Egipto, Alejandría. Su padre fue Ptolomeo XII y su madre probablemente fue Cleopatra VI, aunque otras fuentes aseguran que era hija de una egipcia de clase alta. Cuando ascendió al trono de Egipto, a los 18 años, Cleopatra ya había desarrollado un atractivo irresistible, fruto de una intensa educación y de su presunta belleza. Poco más se conoce acerca de los primeros años de la vida de Cleopatra. Su figura está irremediablemente ligada a los últimos años de la historia de Egipto, un período que supuso la decadencia de una larga estirpe: la de los Ptolomeos. Tras la muerte de Alejandro Magno, sus generales se repartieron el inmenso imperio que él había reunido. Ptolomeo Lagos adquirió el territorio de Egipto, nombrándose faraón e iniciando la dinastía lágida, época que se conoce con el nombre de ptolemaica. Sus sucesores gobernaron Egipto concediendo poca atención a la milenaria cultura faraónica, mientras Roma dominaba el Mediterráneo. En un periodo de suma inestabilidad, los egipcios entronaron a Ptolomeo XII, hijo ilegítimo de Ptolomeo IX, que se casó con su hermana Cleopatra VI Trifena y tuvo con ella tres hijas. Una de ellas, Cleopatra VII, se convertiría en la futura reina de Egipto. Ptolomeo XII, famoso por su afición a fiestas y a banquetes —se ganó el sobrenombre de Auletes (el flautista)—, gestionó el país de manera desastrosa y fue expulsado por los alejandrinos. El imperio recayó en manos de su esposa Cleopatra VI (57 a.C.), y a la muerte de esta, su hija Berenice —hermana de Cleopatra VII— se convirtió en la sucesora. Pero sobre ella también se cernió un destino fatídico: se esposó con Arquelao, gobernante de Asia Menor, un imperio vecino y poderoso que era visto con recelo por parte de Roma. Ptolomeo XII, subordinado al imperio de Roma, derrotó a las tropas de su propia hija, y al entrar en Alejandría, ordenó ejecutarla acusada de traición. Así, Cleopatra asumió el trono de Egipto. La joven faraona, que amaba la historia de su país, podía hablar y leer la lengua faraónica, uno de los motivos por el cual se granjeó el reconocimiento de sus súbditos egipcios. |
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